martes, 20 de diciembre de 2011

Trastos caseros de antes (II)

En la vieja Santa Cruz
Nunca faltaba el plumero
Que algún excelente obrero,
-Con plumas de avestruz,-

O sea piyo entre nos,
A un mango de palo pegadas,
Fabricaba a las patadas
Canturreando a media voz.

El plumero, en nuestro valle,
Que tan polvoriento era,
Se vendía en las aceras
De la Plaza o de las calles.




El piyo era muy fuerte,
De cuello y zancos largos,
Su aporte le salía amargo
Pues le causaba la muerte.

Mas volvamos al plumero
Que no faltaba en la casa
De gente de buenas trazas
Y de andares silloneros.

Nunca fue muy raro el caso
De que al tunante marido,
Al volver tarde a su nido
Le dieran de plumerazos.

Entonces decían en chanza
que el piyo sacrificado,
con el marido golpeado
se había cobrado venganza.

De las casas, las criadas,
-En las manos el plumero,-
Si casual se oía un bolero,
Con él eran las bailadas.

Es muy cierto, no lo callo,
Pues soy en el fondo sincero,
También se hacían plumeros
Con plumas de viejos gallos.

Y aunque gritaban a coro
Si alguien los agarraba,
Se dice que igual se usaba
Plumero con pluma e loro. (Sigue)

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