martes, 22 de mayo de 2012

La invitada

Eduardo Mitre
Parco –parvo– todo adjetivopara su manera de saludar,de quitarse el abrigo,de sentarse en el sofá

y cruzar las piernascubiertas por la faldabesándole los tobillos,y de aceptar un vaso de agua

y luego una copa de vino

y su modo de alzarlaentre el índice y el pulgarcomo si de un clavel se tratara;

y su forma de entrar en confianza–sin suprimir la distancia–regulando en cada palabra

la temperatura del diálogo,y el tono de su vozal referirse a su infanciaen Londres, y de pasodecirnos su edadsin esconderse los años,y, a la mesa, el roce de su manosobre el mango del cuchillo,poco antes de empuñarlo y su caricia a la servilletaantes de desplegarlay pasarla por los labiosdejando apenas huellas, y, en la sobremesa,su sonrisa al mencionaral ex marido, y otra, radiante,al nombrar a su hijo, y al cabo mirar el relojy exclamar: “¡Qué tarde, Dios mío!”,para levantarse serena,retomar el abrigo, dar las gracias y despedirseen la penumbra del pasillo,dejándonos sumidosen la nostalgia de su imagen, mirando su sitio vacío,sin poder imaginarla en su cuartoni precisar cuántohace que se ha ido.

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