lunes, 28 de mayo de 2012

La vieja pulpería

Plantada en una esquina
De la ciudad arenosa,
Que faltase no había cosa,
Desde bolas de naftalina,

Hasta por “jase” la leña,
Aparte las baratijas
Y por supuesto la hija
Regordeta de la dueña.

En un rincón por ahí,
Se leía en un letrero:
“Trampas acá no las quiero,
todas afuera, no aquí!”
Al lado del pan con queso,
En la pulpería añeja
Estaba, para las viejas,
Remedios para sus huesos

Y unas píldoras rosadas
Que entre otras propiedades
Curaban calamidades
Por quedar embarazadas.

Medicinas muy baratas
Las había a montones,
Muy buenas para fricciones,
Como el aceita de pata.


Llegó a ser muy requerido,
En la pulpería de otrora,
Un libro en que la autora
Tituló Cuide al marido.

La hija de la pulpera
Ya era en años, bien pasada
Mas lucía cual planchada
O conservada en salmuera.

En cuanto a la dueña absoluta
Del negocio y de su techo,
Decía tener tan buenos pechos
Para andar en contra ruta.

La pulpería de antes
Que se murió por ahí,
Siempre tuvo para mí
Efectos tranquilizantes.

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