jueves, 2 de agosto de 2012

Emociones


Para una persona especial
Oí hablar de ella en mi infancia,
a mi madre la escuchaba decir:
es una dama que además de bella,
en todo momento sabe lucir.
La alegría que irradia en su sonrisa,
contagia el gusto por la vida
con sus lindos ojos verdes
que al mirar hablan por sí solos.
Un día la llegué a conocer,
cuando visitó su pueblo natal
y luego empecé a comprender
lo que es ser una persona ideal.
Es un orgullo para San Miguel
el haber sido la cuna de esta maestra,
que conquistó el corazón de Rigoberto,
un apuesto y reconocido profesor
con quien compartió toda una vida.
Los hijos fueron llegando
Mary, Chichi, Cacho, Jenny, Loli y Tiqui,
los que con el paso del tiempo crecieron
formándose profesionales notables
que hoy cuidan a su viejita con amor.
Querida como nadie en la parentela,
hoy se lo demuestran los aquí presentes
así como de lejos todos los ausentes
le han hecho llegar un abrazo ardiente.
Profesora de muchas generaciones,
de aquellos a quienes formó con cariño,
ha recibido siempre como recompensa,
el recuerdo de muchos de sus niños,
que hoy son connotados personajes.
Me cabe hacerle un reconocimiento
en estos mis selectos versos
al recordar que me tendió la mano
cuando en la ciudad empecé a trabajar.
Excelente maestra, dilecta directora,
que supo ganarse la confianza
y el respeto de sus colegas,
que no dudaban en demostrar
el trabajo con gran responsabilidad
que a diario exigía un buen rendimiento
que hacía a todos por igual
trabajar sin ningún descontento.
Inigualable amiga en toda su expresión,
abre a todos su gran corazón
sufre y llora de emoción
cuando se entera de tus penas,
y cuando conoce tus logros
se llena de un gozo inigualable.
80 años es toda una vida,
estoy segura que al mirar atrás
nuestra querida señora Mary
siente una plena felicidad,
al contemplar todo este bello ramillete
de rosas y claveles que de ella nacieron,
hoy todos aquí reverentes
se unen a su alrededor para decirle
a una sola voz: Te amamos
madre querida, que vivas por siempre.

Dedicado a Mary, viuda de Céspedes, al cumplir 80 años.
Carolina Perrogón de Bress

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