martes, 28 de agosto de 2012

No hablo de ella...

Por: Mary Reyes de Fernández

No hablo de la mujer, de la que pena,

hablo de la que sueña

de la dueña

del sol, de las estrellas y las nubes.

la que en sus días grises

deja un sitio

en la ventana azul de sus quimeras

e inventa con sus ojos de arcoíris

fantasiosas historias muy lejanas.



Hablo de la artesana silenciosa

con manos finas de cansado roble

que trabaja tenaz e inquebrantable

sin descanso, sin paz y sin sosiego,

transmitiendo belleza, amor, dulzura

poniendo con su toque maravilla

de siglos: opresión y señorío.



Y hablo de la otra,

de la que al trabajar en la cocina

deja vagar su mente en los vapores

del sabroso alimento de los suyos

al preparar manjares de corona

y borda con las llamas los ensueños

del vegetal, la fruta y los cereales.



Hablo de la que calla

palabras de sentimiento, flores

del jardín fértil de su alma inquieta,

hablo de la que tiene entre los dedos

excesiva ansiedad de pluma y lápiz,

pero que deberá planchar primero

pantalones, camisas y pañuelos.

Después... tal vez después,

pueda acallar su dulce rebeldía

quitándole silencios al descanso

o, quien sabe, seguirá sobre la almohada,

vencido su soñar por el cansancio,

imaginando selvas increíbles

y peces transparentes por los cielos

lloviendo en días húmedos de besos.



No hablo de la mujer, de la que sufre

porque todas lo hacen algún día,

hablo de la que estoicamente ríe

de aquella sin los sueños realizados

con la esperanza de poder mañana

concretar su pasión por la certeza...

de la que un día pintará en sus cuadros

el sol rojo y la luna desmayada

de la que esculpirá con manos sabias

- con sabor a papaya y limón verde -

la estatua del amor y el perdón juntos.



Hablo de aquella hada primorosa,

señora del hogar y la candela,

que le madruga al sol en las mañanas

y le enseña a brillar junto a la espuma,

montaña nevada,

con la ropa gastada del colegio

pero fragante y tibia de ternura

mientras trenza con silencios y risas

la vida de sus hijos

y abandona por ellos

la silente armonía de su espacio

y el vibrante cantar de su alegría.



No, no hablo de la vencida

sino de la otra,

la que marcha valiente y decidida

a conquistar con paso firme y fuerte

el futuro, luchando con la vida.

Aquélla que olvidando sus pesares

regala horas de su vida hermosa

para ayudar al pobre y al sufrido

voluntaria de entrega y de cariño,

la que con manos suaves de algodones

restaña las heridas

calma los dolores

con generosidad y con renuncia.



Y esa otra mujer, la que en las aulas

aprende tenazmente ciencia noble

para triunfar airosa ejecutiva,

paloma mensajera de alto vuelo,

sensitiva, eficaz, independiente,

y al mismo tiempo siempre femenina.



Y qué diré de la mujer que enseña

a la inocencia el blanco balbuceo

de las letras, los números, los símbolos

La que transforma la pizarra en cielo

y con la tiza, mágica varita,

descubre ante los ojos asombrados

llenos de luz del niño

la nueva dimensión del universo.



No, no hablo de ella, de la otra

que vive en siglo y moldes ya pasados

sino de ésta, la nueva, la rebelde,

la visionaria siempre actualizada

la que transmite amor cuando te mira

y que regala paz cuando te habla.

Perla de jade y cuarzo, rosa etérea,

luz y sombra: secreto y evidencia,

acuarela y ballet al mismo tiempo,

eternamente extraña y conocida

¡Verdadera mujer de esta Nueva Era!

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