lunes, 14 de enero de 2013

El tiempo vuela

Los abuelos, las abuelas,
-Que Dios los tenga en su
gloria-
sabían muchas historias
de cómo el tiempo vuela.

Ellas, en son de quejas,
con palabras rebuscadas,
se decían “mal usadas”
y no aceptaban lo de viejas.

-Cargamos buenas hormonas,
decían en son de quejas,
por eso no somos viejas,
pero ¡eso sí… vejanconas!

Eran los tiempos de antes
en que las buenas personas
se tragaban lo de vejanconas
aunque no de buen talante.

Siempre hallaba el consuelo
quien en la edad ya provecta,
llegaba en forma directa
a la calidad de abuelo.

Era una especie de reto
lo de ser por fin abuelo
con blanquecino el pelo
y cargando nieta o nieto.

Casi siempre le pasaba
al abuelo primerizo
lo de Dios así lo quiso
y hasta lágrimas echaba.

Mas su fervor terminaba
cuando la nieta o el nieto,
uno y otro siempre inquietos,
en sus faldas se meaba.

Único el binomio era
el del nieto y el abuelo,
alzando ambos el vuelo
en la hamaca, no en la estera.

Mucho se tiene que hablar
de estas historias luengas,
que hoy comentamos rengas
y que tanto cuestan acabar.

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