martes, 22 de enero de 2013

Tus ojos

Luis Martínes Kleiser.

Nunca me dicen tus labios

lo que me dicen tus ojos,

que confiesan tus antojos,

o descubren tus agravios,

que me glosan tu dolor

o me infunden tu alegría,

que me lloran tu agonía

o me inundan de tu amor,

que me glosan tu dolor

que me alumbran o me ciegan,

me curan o me maltratan

me conceden o me niegan;

pero que, siempre locuaces,

me saben contar sinceros

tus exhortos más austeros

y tus sueños más audaces.

Tienen tus ojos el don

de alegrarme, entristecerme,

consolarme y conmoverme;

y es porque tus ojos son

ojos que saben hablar,

ojos que saben reír,

ojos que saben herir

y ojos que saben besar;

ojos que hielan o abrasan

y que, con nieve o con lumbre

dan o quitan pesadumbre

por donde quiera que pasan.

Cuando de su limpia hondura

descorren al fin el velo,

reflejan la luz del cielo

sobre el mar de tu ternura,

y me hundo feliz en él,

y tan dulce me parece,

que mi vida se adormece,

en su piélago de miel.

Cuando por ellos derramas

el fuego de tus amores,

yo me acerco a sus fulgores

para quemarme en sus fulgores

para quemarme en sus llamas.

Y cuando lanzan destellos,

agudos como saetas,

mis ojos son dos ascetas

que quieren clavarse en ellos.

Siento un placer inefable

si, en tus miradas tranquilas,

descubro, tras tus pupilas,

un camino interminable.

Triste y medroso adivino,

con las flores de tu edén,

muchos abrojos también

a lo largo del camino:

pero, aunque guardes tus flores

y me ofrezcas tus abrojos,

quiero inernarme en tus ojos

en busca de tus amores.

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