miércoles, 6 de febrero de 2013

Tiempo feliz con mi abuelo

La percepción dulce y aromática del destilado

de café y la literatura me sobrevinieron, aun niño, como imperecedero hecho simultaneo.

Mi abuelo, Juan Capriles, profundo pensador, esclarecido

poeta y mejor sonetista iberoamericano, me instilaba

su sabiduría adaptando a mi mente la complejidad y

los mensajes siempre edificantes de laureados autores.

Así me hizo digerir suavemente al Stephan Zweig y las 24 horas

de la vida de una mujer; significativo estudio biográfico que enseña

la fecundidad literaria y la capacidad de síntesis.

A Charles Dickens y su Oliverio, calando y apropiándose

de mi imaginación en sus infortunios y el ejercicio de la vida

gansteril que por imposición tuvo a seguir, susurrándome el abuelo

lo cardinal que es el hogar y yo que vivía, de vez en

cuando, aterrado, al consumar mis travesuras por la amenaza

de meterme al horno, en siniestra broma que mi culpa

no comprendía y analogía hice con Oliverio cuando días

había de nulo botín.

El Werther de Goethe, clásico inequívoco de las decepciones

de adolescente en el amor y la morbosa persistencia en las

vivencias platónicas, adapto y leyó con embargante ternura,

sacudiendo mis incipientes sentimientos, orientándome a asumir

siempre la expresión y comunicación del amor a la mujer,

sin dilaciones no importando los tartamudeos ni las mejillas

color bermellón, concluyendo que la vida, por una decepción

no se atenta ni interrumpe.

La inutilidad de las guerras y los enfrentamientos sangrientos

por ideologías contrapuestas me esbozo con impresionante

realismo, en los Episodios Nacionales de Pérez - Galdós.

La admirable personalidad y vertiente literaria de una gran mujer

como María Josefa Mujia, disminuida al máximo en un vital sentido,

con estoicismo siguió su vocación creando bellas y desgarradoras

obras en las letras, en coordinación perfecta de su mente y escritura.

Preocupose mi preceptivo abuelo de dejar semillas en mi mente

que infieran en lo vital de persistir a los llamados internos que decanten

en la vocación.

La detonación y el gran silencio de su principal soneto significa

me dijo, mirándome con ojos de emoción enjugada, la transición en

dejar de vivir para seguir viviendo.

Dr. Raúl Pino-Ichazo T.

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