lunes, 22 de abril de 2013

El burisero

Grueso tenía el cuero
y por eso se metía
en cualquier buri que había,
y de cuerpo entero.

No siendo un invitado,
una vez estaba adentro
se convertía en el centro
de gestos muy desairados.

“Jóven, ¿qué es lo que busca?”,
salían a preguntarle
y la puerta a mostrarle
con una señal muy brusca.

Entonces el tal bandido
contestaba: “Señorita
yo estoy buscando ahurita
lo que nunca he perdido”

Prendía una pareja
con su aire desenvuelto
y para el ‘bailesuelto’
tan buena era la vieja

Como una quinceañera;
sacarle viruta al piso
fue siempre lo que más quiso
y se daba sus maneras.

Para llegar, el primero,
al contrario se marchaba
cuando bien alto brillaba
la clara luz del lucero.

No se perdía una pieza,
y de todas las charolas,
sin perdonar una sola,
levantaba una cerveza.

Nunca le daba trabajo
colocarse a la cabeza
justito a la hora esa
que empezaba el comistrajo.

Era un buen burisero,
ninguna duda cabía,
no en vano dizque tenía
doble de grueso el cuero

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