martes, 11 de junio de 2013

Poemas de Ezequiel Martínez Estrada

PROLOGO

Sin estar viejo y sin dolencia grave,

noto que va flaqueando mi memoria

y que es el tiempo en que, según se sabe,

el hombre empieza a edificar su historia.

LLEGADA

A mi pueblo natal llegué un día de fiesta,

antes de la alborada, y obtuve en homenaje

una salva de bombas y un baile a toda orquesta.

¡Y pensar que llegaba sin nombre ni equipaje!

PATRIMONIO

De mi padre heredé su carácter austero,

su estatura mediana y su sed de aventuras.

De mi madre, un volumen de versos y figuras

forrado con mi cuero.

PRIMERA SALIDA

Mi corcel de cartón piafaba en el desván

y por un ventanal entraba, enorme, el sol.

Yo estaba, espada en mano, como aquel español

que se metió en los sesos las “Sergas de Esplandián”,

PRIMERA EMPRESA

Quise plasmar con humo mi ideal. (Prometeo,

con más sabiduría, usaba el barro).

Y ahora que digo el humo, me acuerdo del mareo

y de las náuseas del primer cigarro.

LA OBRA

El inútil apremio de la hormiga atareada,

y al fin de tanto esfuerzo, de tanto afán prolijo,

ni un gran libro, ni un árbol que dé sombra, ni un hijo.

La tristeza, el trabajo y el amor para nada.

PARTIDA

Por si el regreso es arduo de sierras y pantanos

con las botas calzadas espero la partida.

¿Pena? Sí; me dan pena, y aun no partí, las manos

altas y lentas de la despedida.

EPITAFIO

He respetado en todo al Dios desconocido

bajo las tres hipótesis de Bello, Puro y Cierto.

Di al alma cinco dracmas y una a cada sentido.

Y, sin embargo, aquí estoy muerto.

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