miércoles, 5 de junio de 2013

Una niña a su maestra

Tu fuiste en la noche de la infancia

quien cultivó mi mente que dormía,

sin comprender su fuerza y lozanía,

a la sombra fatal de la ignorancia.

Con tus nobles desvelos y constancia

la negra sombra se ha trocado en día,

y a su luz bendecida, que me guía,

yo del saber aspiro la fragancia.

Mis labios, ¡oh, maestra!, a toda hora

repiten llenos de fervor sincero

el nombre de mi buena bienhechora.

Si alguna vez, del mundo en el sendero,

me atacase la sierpe tentadora

llevo el ejemplo de tu honor austero.

Basilio V. De Charras.

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