domingo, 4 de agosto de 2013

A Bolivia

Ruben Dario

En los días de azul de mi dorada infancia

yo solían pensar en Francia y en Bolivia;

en Francia hallaba néctar que la nostalgia alivia,

y en Bolivia encontraba una arcaica fragancia.



La fragancia sutil que da la copa rancia,

o el alma de la quena que solloza en la tibia,

la suave voz indígena que la fiereza entibia,

o el dios del Manchaipuito, en su sombría estancia.



El tirso griego rige la primitiva danza,

y sobre la sublime pradera de esperanza,

nuestro pegaso joven mordiendo el freno brinca,



y bajo de la tumba del misterioso cielo,

si sol y luna han sido los divos del abuelo,

con sol y luna triunfan los vástagos del Inca.

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