lunes, 26 de agosto de 2013

El adivino

No tenía mágica bola,
Y para colmo de asombro,
Tampoco lechuza al hombro
Ni a su merced diablos con colas.

Mas, con su rostro cetrino
Y con su nariz ganchuda,
Era sin lugar a dudas
Un prodigio de adivino.

Sin jamás equivocarse,
A las que quedaban sin zona,
Entre feas y gordinflonas,
Les decía que iban a casarse,

Que hallarían al fin varones
En el día de san Blando
Que no se sabe cuándo,
Así fuesen solo horcones.

Creció a la fama
Del individuo cetrino,
Del prodigio de adivino,
Cuando cayó en cama

De pasmo, dizque, con arrebato,
Una virgen de arriba y de abajo
Y él adivinó: ¡Barajo,
Va a parir cualquier rato!...

¡Y para qué les cuento!
La virgen parió nomás,
Aunque afirmaron que el papá
Había sido el viento.

Sacando cuentas
Afirmaba una vecina,
-Con los ojos estirados como de china-,
Que acababa de cumplir los cuarenta.

La observó bien
El adivino mentado
Y dijo sin hacerse el delicado:
“¡Ella fue novia de Matusalén!”

En el barrio se oía decir
Que lo único que no sabía
El adivino, era el día
En que se iba a morir

No hay comentarios:

Publicar un comentario