lunes, 2 de septiembre de 2013

LA SIMIENTE



Octavio Campero Echazú

En verdad, hijos míos,
no sólo por mi júbilo
esparcí la simiente,
fue un mandato del surco:
apremio de mi estirpe,
reclamo del futuro.


Vosotros me gritasteis
—¡inmenso grito mudo!—
que os trajera a la vida
desde el no ser obscuro.

Ya estabais en mi sangre
como en la flor, el fruto;
y hallasteis en la entraña
maternal un refugio.

Y cuando, al fin, llegasteis
al umbral de este mundo,
¡qué campanas de gloria
tañeron en mi pulso!...
La vida no sería
ya evento de un minuto
—el débil eco apenas
de un cántico inconcluso;
vana chispa en el viento,
signo de polvo y humo —,
sino perenne cauce
de auroras y crepúsculos.

como ya me invade
la sombra, es vuestro turno
—¡que la celeste antorcha
del amor os dé el rumbo!—
esparcid la simiente
y haced eterno el surco.

Del libro “Aroma de otro tiempo” de Octavio Campero Echazú
Biblioteca Universitaria “ Juan Misael Saracho”
Tarija – Bolivia. 1971

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