miércoles, 31 de julio de 2013

Poderoso caballero es don dinero

Por Francisco de Quevedo

Madre, yo al oro me humillo,

Él es mi amante y mi amado,

Pues de puro enamorado

Anda continuo amarillo.

Que pues doblón o sencillo

Hace todo cuanto quiero,

Poderoso caballero

Es don Dinero.

Nace en las Indias honrado,

Donde el mundo le acompaña;

Viene a morir en España,

Y es en Génova enterrado.

Y pues quien le trae al lado

Es hermoso, aunque sea fiero,

Poderoso caballero

Es don Dinero.

Son sus padres principales,

Y es de nobles descendiente,

Porque en las venas de Oriente

Todas las sangres son Reales.

Y pues es quien hace iguales

Al rico y al pordiosero,

Poderoso caballero

Es don Dinero.

¿A quién no le maravilla

Ver en su gloria, sin tasa,

Que es lo más ruin de su casa

Doña Blanca de Castilla?

Mas pues que su fuerza humilla

Al cobarde y al guerrero,

Poderoso caballero

Es don Dinero.

Es tanta su majestad,

Aunque son sus duelos hartos,

Que aun con estar hecho cuartos

No pierde su calidad.

Pero pues da autoridad

Al gañán y al jornalero,

Poderoso caballero

Es don Dinero.

Más valen en cualquier tierra

(Mirad si es harto sagaz)

Sus escudos en la paz

Que rodelas en la guerra.

Pues al natural destierra

Y hace propio al forastero,

Poderoso caballero

Es don Dinero.

martes, 30 de julio de 2013

A SIMÓN BOLIVAR

Julia de Burgos
Cuatro estrellas que se encienden en estrellas libertarias

ensartadas como perlas milenarias

en tu América se ven.

Boyacá con Carabobo - Carabobo con Junín-

y Junín con Ayacucho - resonancias de tu ser.

Son las cuatro marejadas

donde abrió en rosas de gloria el estruendo de tu espada

junto al gesto de tus bravos

paladines del deber.

Cada pétalo de rosa dio una patria libertada

-sangre joven de la América-

-fruto ardiente de tu brazo y de tu fe.

¡Vive América, Bolívar!

Vive América en el pulso de tu ejército inmortal.

El camino señalado por tu espada

se enrojece con la sangre de los mártires y héroes

que engendraste en las entrañas de los tiempos

para izar el pabellón de tu ideal.

Vive América, Bolívar,

y también vive tu espada

mientras haya un solo esclavo que te ultraje

o un tirano que pretenda profanar la libertad.

Vilma Soto Bermúdez es Secretaría de Asuntos Internacionales del Movimiento Independentista Nacional Hostosiano.

domingo, 28 de julio de 2013

El comandante

Nadie en el barrio sabía
por qué a ese ser penante
le decían ‘comandante’
si ni la traza tenía.

Encorvado, menudito,
era toda una rareza,
sin un pelo en la cabeza
y caminaba a saltitos.

Tenía voz de falsete
y para ser ‘comandante’
escapaba temblequeante
de solo oír un cohete.

Se le preguntó un día
de qué era comandante,
y respondió sin desplantes
que tampoco lo sabía.

Para añadir con frescura,
sin siquiera sonrojarse,
que tal vez podría tratarse
de su airosa apostura

¿Tal vez en la guerra estuvo?,
se le preguntó además,
y firme gritó: “¡Jamás, yo me
escapé por un tubo!”

Decidieron los vecinos
averiguar cuanto antes
por qué lo de comandante,
pero indagando no tino.

Descubrieron de esta guisa
que el comandante en cuestión
muy firme al pie del cañón
tenía esposa petisa

Olvidaba de los hados,
la pobre mujer herética
la hallaron con poca ética
más fea que los pecados.

Y ella sin embarazo
respondía al instante
si su bravo comandante
la hacía marcar el paso.

miércoles, 24 de julio de 2013

Versos a tu infancia

El duende alucinado de una campana lenta,
las sendas de granilla
y el aroma traslúcido, matinal, de la menta
me evocan el ambiente de tu infancia sencilla.

Al contemplar tu rostro magnífico, se advierte
que el Ángel de la Guarda te daba su pureza.
Tal vez en torno tuyo fuera dócil la Muerte
como un perfume casto de la naturaleza.
Se detuvo en un libro de estampas tu niñez:
cigüeñas pensativas o estilizados juncos.
Todavía me asombra tu precoz palidez
nutrida por la savia de los ensueños truncos.
Francisco López Merino

martes, 23 de julio de 2013

VENDIMIA



René Ortega Antelo

Y el agua bajó cantando
las colinas de mis pagos.
Cantaba un canto de vino
y de embriaguez de esperanza.

Regó las tierras sedientas
preñadas de fe en el mañana,
creció la vid con el sol
y el sudor de los labriegos.

Con la savia del trabajo
néctar de vida, la viña.
Campos benditos de Dios
- lagares de amor en granos-

Por eso cuando el otoño
en cada grano, vendimia
creo ver los ojos tiernos
de la mujer de este valle

Del libro “ARSO (Versos)” de René Ortega Antelo
Empresa Editora Guadalquivir
Tarija – Bolivia. Marzo de 1993

Lo tranquilo

Gustavo E. Etkin

Lo tranquilo
se desplaza
calmo
en la petulancia
de las horas
zarabandas breves
amparadas por el viento
caracoleadas
por la lenta
brisa blanda
o el sonoro bostezo
del sol
apoyado
en un
planeta inmóvil.

Lo tranquilo
contempla
el templo
plúmbeo
de los recuerdos
sombríos.
Se bambolea
calculando
lentas venganzas.

Espera paciente
que lleguen
los días
del saludo
final.

Lo tranquilo
tranquilo parece
aunque espere siempre
que alguna cosa empiece.

Bahía de San Salvador, Brasil.

lunes, 22 de julio de 2013

Pacienta y médico

Gustavo Adolfo Baca

Una pacienta de antes
urgida de medicinas,
así fuera de aspirinas,
de enemas o de purgantes ,

Buscaba pronto un galeno,
consultando al vecindario
si era muy humanitario
y para el ‘cuchillo’ bueno.

Así elegido el galeno
en su búsqueda marchaba
y por si acaso rezaba
a Jesús el Nazareno.

Este médico es vivísimo,
presumía aun de entrada,
y ya iba preparada
para mostrar el ‘santísimo’

Pa’ que tanto protocolo?
sabía que la esperaba
cuando el médico ordenaba
exhibir la lengua solo

A mí me duele aquí,
la pacienta orientaba,
y con el dedo apuntaba
la barriga o por ahí.

El médico se animaba
y en rápidos recorridos
por ciertos sitios prohibidos,
las dolencias auscultaba.

Sacaba el mal de raíces,
extirpaba lo podrido
y de puro comedido,
amputaba ‘chinchulises’

El problema era después,
cuando el médico cobraba
y la enfermera se ocultaba
con su santa impavidez.

O bien mandaba pagar
con diez huevos de gallina,
unos bizcochos de harina
o un loro sin desplumar.

domingo, 21 de julio de 2013

Mi madre

Por: José Ángel Terrazas


¿Qué es aquella luz?

Que iluminando

va mi camino

La persona que me ayuda

¡Es mi madre querida!



Es el ser que me dio la vida

Y me entregó la suya

Sin ninguna medida

Así es mi madre querida



Me enseñó el respeto

El amor a los demás

Por eso yo no me inquieto

Y no olvidar jamás



Esa es mi madrecita

del alma

Noble como ninguna

Yo la quiero, ella me ama

Madre sólo hay una

jueves, 18 de julio de 2013

TRIVIALIDADES DE TIEMPO LIBRE

(Heberto Arduz Ruiz)

A veces una palabra,

dicha en el momento oportuno,

vale más que muchas palabras.

Resguardado en su catacumba,

el silencio al romperla suele ser

más ruidoso que mil palabras.

El bullicio y su febril entorno,

con raptos de intermitencia,

afecta menos que el silencio.

El eco trasmite la voz

del que acaba de partir,

aunque el ser no vuelva.

El exilio acaba con el retorno

y la ciudad sigue igual que antes,

pero sus inquietos moradores

viviendo otras vidas desteñidas

se exilian de sus antiguas vidas.

Si comprensión no existe,

¡quién desea vivir incomprendido?

¡No existamos el uno para el otro!

miércoles, 17 de julio de 2013

COPLAS INDÍGENAS

(Por Juan Carlos Dávalos)

Alegre hei venido,

sentido me voy,

de amor mal herido

cantando un adios.

Caballito manso,

nos vamos dos!

Ya quieren descanso

mis penas de amor.

Alegre hei venido,

buscando me voy

hierbas del olvido

p’al daño de amor.

¡Florecita querida!

Pudiera, mi flor,

llevarte prendida

sobre el corazón!

Amancay que muere

del viento y el sol,

así a mi cariño

la agosta el dolor.

Ya vienen cuajando

los ceibos en flor,

ya está coloriando

la sangre del sol.

Tierra, Pacha Mama,

Pacha Tata, sol.

También llevan ellos

su pleito de amor.

Arriba florece

la flor del cardón

entre las espinas

al viento y al sol.

Copa de oro y nácar,

generosa flor,

dulce a las abejas,

la flor del cardón!

Ah, malhaya! fueras

la flor del cardón!

abeja dorada

volviérame yo!

martes, 16 de julio de 2013

La Paz: hombres y mujeres

Una canción homenaje a Alonso de Mendoza, fundador de La Paz, y un tema épico que describe la llegada del Libertador Simón Bolívar a la antigua Chuquiago Marka abren este breve homenaje a algunas de las figuras fundamentales de esta ciudad.

Jaime Saenz y la bohemia de Felipe Delgado y la Tía Núñez, el personaje más simpático de la cotidianidad paceña de los años 40 y 50, completan esta propuesta poético nostálgica.



Memoria eterna

“Garrobilla Badajoz / parió un niño aventurero / bautizado por el clero / fiel, rebelde a viva voz. // Al igual que Hernán Cortés / la aventura más penosa, / don Alonso de Mendoza / puso en tierra sus dos pies. // Cruzó monte hacia la luz / cabalgando su caballo / vistió galas, vistió sayo / y encontró aquí la luz. // Los metálicos hispanos, / los indios a flor de piel / probaron juntos la miel / un instante ser hermanos”.



A tiempo de fundarse la ciudad de Nuestra Señora de La Paz fue plantada una cruz para dejar establecido su carácter de población cristiana. A su lado, una picota como símbolo representativo de la autoridad y el cumplimiento de la ley.

Así la ciudad nació con olor a pólvora. Este olor a pólvora y este gusto por las batallas estaba destinado a perdurar; pues lejos de ser un pueblo de paz, fue siempre un pueblo de guerra, belicoso y batallador.

Las casonas coloniales se construían de un piso o de dos apenas con paredes de adobe y techo de teja. Tenían dos patios que parecían plazoletas con corral al interior. El frontis tenía cuatro o seis ventanas de balcones cerrados con puertas de naranjo o cedro. El empedrado era de guijarros con su canal abierto para el arrastre de las inmundicias en caso de que lloviera.

La Paz tenía el encanto de sus calles, cuyo trazado obedecía a la estética sentimental del azar y a la geometría pintoresca del capricho de los siglos. Viejas casonas con aire conventual y rejas con filigranas de hierro, residencias señoriales de factura colonial labradas con piedra de sillería, casas solariegas de rancio abolengo español, en las cuales los alarifes castellanos pusieron la inspiración de su arquitectura renacentista, barroca y plateresca, allá, los indios dejaron la huella de sus esfuerzos en el encaje ornamental de las piedras talladas a cincel.

Las famosas y empinadas calles de La Paz fueron para su pueblo, el camino de su calvario y también de su gloria.



La entrada de Simón BolívarCuatro notables alturas dominaban la ciudad: Munaypata, o la altura del amor; Cusipata, o altura de la alegría; Hulquipata, región de Santa Bárbara, y Laykhapata, zona del tambo de carbón. Bajando por la calle de las retamas estaba la calle de los zapateros.

Diego Calahumana salió de su casa en la calle de los zapateros y guió su henchido pecho a la calle empedrada por donde llegarán los libertadores.

Tiene noticias que vienen a paso lento cortando el frío del altiplano, tiene noticias que vienen a paso brioso por las orillas del lago sagrado. La ciudad está vestida de fiesta y florece sobre el manto de cal de sus paredes.

Las muchachas se asoman tras los visillos, los militares igualan los flecos de sus charreteras ensayando la voz de mando a la tropa, los doctores aguantan de pie el planchado de la levita. Todo está preparado para la llegada de don Simón Bolívar a este magnífico valle de Chuquiago Marka.



“La ciudad de las retamas, / con los ojos transparentes, / mira el camino de piedra / que trepa el cerro y se pierde. // El Illimani la cuida, / con el silencio de siempre, / los balcones asemejan /encajes que el roble teje, / las paredes de cal viva / blanquean el aire alegres. // Los zaguanes se conmueven, / hay un latido solemne, / las campanas de la plaza / anuncian que son las nueve”. //

“Ya veo su capa roja / sobre un gran potro de nieve. / Como buen criollo monta / segura briosamente. / Lleva una espada. / Su figura resplandece, / bajo el sol americano / como un rayo inteligente. // Yo me acerqué sigiloso / y le dije con voz tenue: / “Padre de la Patria mía / te haré un huayño que te muestre / con las botas siempre puestas / y el continente en la frente”.



No le digas, Jaime SaenzA la medianoche de ayer un hombre oscuro, de barba y abrigo negro, ha cruzado la plaza de Churubamba con dirección a la calle Condehuyo. Los perros percibían sus pisadas en los charcos, el silencio se rompía con el uhuu uhuu de la jurk’utas en las cornisas y se sentía el olor a tabaco negro.

El más viejo de los t’hirilleros decía con esfuerzo: “Estoy sintiendo que Don Jaime no está con nosotros”. Eso no ponía en duda la presencia de una botella con singani de Luribay que todos los presentes libaron a la salud del ausente.

Al día siguiente, el portero del Tambo Quirquincho encontró su sombrero blanco colgado de una aldaba. Adentro, metido en el forro, un papel donde estaba escrito: “Debo ir a Tipuani a lavar oro y a Sorata a buscar lirio”.



“Si te encuentras con la Ninfa, / no le digas que he llorado, / dile que en los ríos me viste / lavando oro para su cofre. // Si te encuentras con la Trini, /no le digas que he sufrido, / dile que los campos me viste / cortando lirio para sus trenzas. // Si te pregunta la Flora, / acordándose de mí, / no le digas que me has visto, / no le digas que la quiero, /en un rincón del olvido, / no le digas que le espero”.



La Tía Núñez“Infaltable en la retreta del domingo /Adrianita con su traje de ilusión / ocultando el maquillaje en su abanico / y en el ala del sombrero un gran rozón. // Lleva el guante perfumado con retamas / y saluda a la elegancia y distinción / guiña el ojo coqueteando a quien la ama / por darle destinatario al corazón”. (') //

“Mientras suena la guitarra en serenata / el espejo la refleja en doncellez / salen fotos, cartas flores de petacas / y ella extiende en su alcoba su vejez. // Esta es la mujer que un día / quiso ser la novia vestida de tul / la que ahogada en ilusiones / sufrió la tortura de la vil traición”.

La Paz Elegía de mi ciudad y un poema

ElegíaEs como un sueño. Los picos, las agujas, la nieve, los perfiles mágicos e impensados aparecen y desaparecen como fogonazos cuando la luz del amanecer dibuja ese anillo extraordinario de ocres, grises, negros, marrones, rojos, blancos y azules de intensidades que con el paso de las horas del día mutan como la piel del camaleón.

El cielo es la gran pantalla luminosa de este cuadro desafiante. Eléctrico por el azul definitivo del invierno, o amenazante en su negrura en los comienzos oscuros de la tarde de los veranos lluvioso que anegan el suelo, o la acribillan de granizo. Movedizo y turbulento en agosto y septiembre, cuando los vientos transportan las nubes haciendo insólitos y magníficos dibujos por encima de nuestras cabezas. En el ocaso la luz juega a atrapar en cada segundo un fulgor, el del escalofrío.

No es que la montaña esté en la ciudad, es que la ciudad está dentro de la montaña, sale de ella, no se explica sin ella. La Paz es, por encima de todo, la montaña, tierra, arcilla, piedra, roca, polvo, limo, lecho de río, escultura de milenios que convive con nosotros, que nos moldea, que nos hace.

Los paceños somos, literalmente, hijos de la montaña, parte de ella. La Paz en nosotros es la vida interminable, es la intensidad, es la tensión, es el amor y el desgarramiento. Es la violencia y es la paz, es voz, es tantas voces que con ellas se hace un grande y casi infinito eco.

Es un camino trazado por la sonoridad cortante del aymara, por el castellano invadido de formas indígenas, de giros, de sujetos, predicados y verbos que se construyen de otro modo. Es la ese sibilante, es el susurro y el murmullo, es el grito que nos deja sin aliento.

Al pie del Resplandeciente, aún con los rastros del estruendo de la batalla que le dio su nombre entre las espadas toledanas y los yelmos y corazas, en 1548 se hizo “Ciudad de Nuestra Señora de La Paz”, allí en Chuquiago. Eso es la ciudad nominada en ambas lenguas. En ella se construyó la nación de naciones, por ella comenzó a respirar el país. Indígena, colonial, republicana, rebelde, siempre viva.

Miro en la ciudad los cabellos negros de azabache, el color intenso de la piel trabajada por el astro mayor, los ojos como ascuas, la nariz ancha y grande, los labios carnosos, los dientes blancos, muy blancos. Es el rostro mestizo de mi ciudad de alma profunda, tantas veces atormentada, tantas veces confundida, tantas veces enamorada, tantas veces victoriosa.

Hemos construido calles de adoquines que reflejan la luz y molduras y columnas salomónicas, hemos inventado monstruos y ángeles en la piedra, hemos salpicado de colores improbables este lugar dominado por el sino de la tierra, hemos extendido los mercados en las calles con olor a naranja, a limón, a carne y a pescado, hemos tocado y sentido la textura de la papa y el chuño y la tunta. Hemos mirado siempre arriba y hemos hecho agujas que se han clavado entre las avenidas como remedando el Alto de las Ánimas.

Es en este hervidero en el que se enredan el trabajo de todos los días, las marchas y los estallidos de dinamita, las trompetas y las tubas y las matracas rítmicas de los morenos y sus máscaras sobrecogedoras. Tenemos algún olor de pólvora en la nariz, como lo tenemos del humeante caldo del fricasé salpicado de mote.

La Paz, la de la procesión del Señor del Gran Poder y su baile. La Paz encomendada a la montaña, al gran Illimani. La Paz ciudad de mi entraña, ciudad de mi primera mirada, La Paz parte esencial de mis huesos.

lunes, 15 de julio de 2013

Cuestión de feos

Había unos tenderos
en la esquina de los vientos
que a veces venían violentos
desde hondos desfiladeros.

Eran dos, o tal vez tres,
y gente buena y de paz
a la que nunca jamás
se vio tratar con la hez

Uno de ellos, yo creo,
entre todos los mortales,
-con ventajas abismales-,
era feo y más que feo

Le puse mi rostro fiero
a mi madre buena y santa,
cuando afinó su garganta
y me dijo que al tendero

Era yo muy parecido;
Sentí que miles de petos
Hundían en mi esqueleto
Sus flechazos doloridos,

Me quedó como complejo
aquello del parecido,
y con él he padecido
hasta ahora que soy viejo.

Frente a su tienda, parado,
fijo miraba al tendero,
y confesar ahora quiero,
-tristón y apesadumbrado-,

Que el parecido existía;
¿quién si no uno, nota
que una gota a otra gota
son iguales todo el día?

La más horrible tarea,
en mi condición de feo,
era sin duda, yo creo,
bailar siempre con la más fea.
mas me hacía ilusión
diciendo muy quedamente:
-si soy feo externamente,
tengo lindo corazón.

miércoles, 10 de julio de 2013

MADRUGADA

De la muerte pequeña de cada noche

Nacen puras las cosas, oh madrugada,

Por tus colores claros y por tu viento ágil

Que dispersa el embrujo de la Vía Láctea.

Contigo todo tiene aire de nacimiento,

Hasta el fuego y la tierra, hasta el polvo y el mar,

Son como recién hechos en el prodigio alegre

De tu claridad.

Bajo tu signo no se sueña, madrugada.

Espolea el deseo de moverse y cantar,

De seguir un camino con la boca encendida

Por una copla rítmica o un tarareo fugaz.

E internarse de nuevo en la esperanza

Con las pupilas llenas de calidez solar.

¡Dar la espalda a la tarde, y a la noche,

y nunca más volver a soñar!

JUANA DE IBARBOUROU

martes, 9 de julio de 2013

Lo tranquilo

Por Gustavo E. Etkin
Lo tranquilo

se desplaza

calmo

en la petulancia

de las horas

zarabandas breves

amparadas por el viento

caracoleadas

por la lenta

brisa blanda

o el sonoro bostezo

del sol

apoyado

en un

planeta inmóvil.

Lo tranquilo

contempla

el templo

plúmbeo

de los recuerdos

sombríos.

Se bambolea

calculando

lentas venganzas.

Espera paciente

que lleguen

los días

del saludo

final.

Lo tranquilo

tranquilo parece

aunque espere siempre

que alguna cosa empiece.

Bahía de San Salvador, Brasil.

lunes, 8 de julio de 2013

El bulto

Decían los adultos
al díscolo pequeño:
“Búscale niño al sueño
antes que venga el bulto”.

Y era grave insulto
decir de una pelada:
“La pobre desdichada
asusta como un bulto”.

Si aún estando ocultos
nos sorprendía la vieja
besando a la corteja,
la cosa era de bultos.

Y grande era el tumulto
si en la lóbrega tapera
salía la calavera,
la calavera bulto.

“Anoche mi marido,
el pobre ya sepulto,
estuvo haciendo ruido,
su misa quiere el bulto.

En noches de surazo
el bulto aparecía.
(la sangre que se enfría
y cruje el espinazo).

Paseaba por las casas
de renegridas tejas,
decían que su traza
era la de una vieja,

Que alma en pena era
de alguna mujer mala,
sus pechos son de chala,
de lana sus caderas.

Se ríen hoy del bulto,
se ríen a cual más,
pues dicen que el sepulto
bien bajo tierra está.

Quien para los zapatos
se acaba de verdad,
no escapa ni con trato
con Dios o Satanás

Gustavo Adolfo Baca

domingo, 7 de julio de 2013

UN MENSAJE PARA JESÚS URZAGASTI



Carlos Ramiro Ruiz Ávila.

Ya estás Jesús
bajo el timboy umbroso
de tu Chaco natal, invulnerablemente,
sentado de cuclillas
pitando una “chala”, pensativo
con “Ariyuri” y tu amigo “Curinda”,
ojo de zorro, conocedor del diablo
y las hurinas huidizas
del recuerdo,
las tumbas de soldados y, las ocultas
picadas del monte huraño,
el urundel coposo donde tus sueños
se anidaron y se enredó
tu infancia, cobijaran tu corazón
en el arisco bosque
que te cantó en el monte
tus recuerdos.

El surazo y el agua de los
pozos ocultos,
el olor de la guerra,
la sangre derramada en la flor
roja de las carahuatas.
Cebando un mate con la mágica
dulzura del silencio.

Ya estás Jesús donde estuviste siempre,
repitiendo tu historia
en el violín de Blas, y la heroica guitarra
de Macario, en la tristeza y soledad
del Pilcomayo
la noche llevará
tu voz y tu presencia
por Aguairenda, “Crevo”,
Itacuatia, Palo Marcado.

Ya no estarás, Jesús tan exiliado
te quedaras guardando tu memoria
para siempre en tu sencillo corazón
de provinciano universal
en el inmenso Chaco.

Como monedas viejas sobre la tierra

Paura Rodríguez Leytón

Como monedas viejas sobre la tierra

Juntos vamos limpiándonos el polvo.

Juntos lamiendo la oscuridad,

remachando el silencio

con augurios cotidianos.



Juntas,

las formas

de nuestros pies

transitan

el delirio del olvido.



Y me refiero a la noche

como a un riguroso paseo por tu cuerpo,

como a un mapa inextricable de voces sobrecogidas,

como a una bocanada de humo sediento,

como a un caudal de horas sin fondo.

Reordenar la vida:

¿será como tender un mantel sobre la mesa?

Entonces,

quizás

no sea tan difícil morir.



8



Habrá que arrancarle una locura

a este mudo atardecer de plaza ajena:

troncos lanzados al cielo,

está ese mendigo loco que escribe números:

harapos trapos desechos.



Tus ojos pacientes,

mi ojo pertinaz,

la tozudez,

el desvelo:

tu muerte ha estado ahí,

siempre.



11



Caminos de roja tierra.

urgencia de no diluirse en el olvido.

Un rostro era todos los rostros,

una boca

la misma

que gritaba

y enmudecía.



Calles ardientes:

todas las puertas te escudriñaban,

dotadas de cinco sentidos te comían.



La eternidad

podría ser tan insondable

como la oscuridad de este recodo.



Hay álamos,

hay luna y campanario.

Hay tierra roja en la piel,

en las fosas nasales,

en cada palabra pastosa y delirante.



Latía el suelo

como un corazón gigante:

era el agua furiosa.

Ahí el éxtasis,

(entre maravilla y miedo).



Tierra roja en los pies,

agresiva,

calcinando la memoria.



13



Llegó el agua desgranado la noche.

Yo guardé el horizonte en mí:

había cerros lejanos,

azules cerros dormidos.

(Las montañas hermosas, dije).

Lontananza.



Tan cerca de lo lejos,

tan demasiado cerca del olvido.

Te expulsa el tiempo,

te lanza como a un insecto.



Lo extraño

son las horas

para las que estamos previstos.

martes, 2 de julio de 2013

Sueña el rey que es rey

Pedro Calderón de la Barca

Sueña el rey que es rey, y vive

con este engaño mandando,

disponiendo y gobernando;

y este aplauso, que recibe

prestado, en el viento escribe,

y en cenizas le convierte

la muerte, ¡desdicha fuerte!

¿Que hay quien intente reinar,

viendo que ha de despertar

en el sueño de la muerte?

Sueña el rico en su riqueza,

que más cuidados le ofrece;

sueña el pobre que padece

su miseria y su pobreza;

sueña el que a medrar empieza,

sueña el que afana y pretende,

sueña el que agravia y ofende,

y en el mundo, en conclusión,

todos sueñan lo que son,

aunque ninguno lo entiende.

Yo sueño que estoy aquí

destas prisiones cargado,

y soñé que en otro estado

más lisonjero me vi.

¿Qué es la vida? Un frenesí.

¿Qué es la vida? Una ilusión,

una sombra, una ficción,

y el mayor bien es pequeño:

que toda la vida es sueño,

y los sueños, sueños son.

Fragmento de La vida es sueño.

Pedro Calderón de la Barca (1600-1681), uno de los más insignes poetas españoles barrocos del Siglo de Oro, autor de innumerables obras de poesía y de teatro. Hoy día es un clásico de la literatura universal.