sábado, 31 de agosto de 2013

POEMA

De: Anibal Abel Alarcón Caparroz

Por el camino de siempre,

En tu duro peregrinar,

Al lado adverso a la primavera,

Llegas a límites mínimos;

De envolvente sacudida…, no

Otra cosa es tu sentida presencia;

Visitando de allende los mares,

Con sábanas de encantadoras florestas;

Consigo trayendo brisas frioras,

A este terruño.

Dibujando a tu paso… líneas difuminadas

De flores desvanecidas por el hielo;

Desenvainando a la vez hacia estos jirones

Cartuchos en ráfagas de escarcha.

martes, 27 de agosto de 2013

Coplas del valle y la montaña

Por Julio Sánchez Gardel

En el hueco de tus manos

Me convidaste a beber.

¡Qué poquita agua me diste!

¡Y qué mucha era mi sed!

Le dijiste a los vientos

Que a mí sola me querías;

Y los vientos me dijeron

Que por otra te morías.

Ojitos que te vieron

Ya nunca te han de ver;

El amor que te tuve

Lo tiene otra mujer.

Vuela, vuela pajarillo

Por esos mundos de Dios.

Si yo tuviera tus alas

Me quemaría en el sol.

Anoche me háis dicho: ¡andate!

Cuando tuito te dejé.

Héi de pelechar de nuevo

Pa que me digáis: ¡volvé!

Para las ferias me fui

Con mi burro y mi mujer.

De las ferias me golví

Solito con mi querer.

Todo se transforma

Jorge Drexler
Tu beso se hizo calor,

Luego el calor, movimiento,

Luego gota de sudor

Que se hizo vapor, luego viento

Que en un rincón de la rioja

Movió el aspa de un molino

Mientras se pisaba el vino

Que bebió tu boca roja.

Tu boca roja en la mía,

La copa que gira en mi mano,

Y mientras el vino caía

Supe que de algún lejano

Rincón de otra galaxia,

El amor que me darías,

Transformado, volvería

Un día a darte las gracias.

Cada uno da lo que recibe

Y luego recibe lo que da,

Nada es más simple,

No hay otra norma:

Nada se pierde,

Todo se transforma.

El vino que pagué yo,

Con aquel euro italiano

Que había estado en un vagón

Antes de estar en mi mano,

Y antes de eso en Torino,

Y antes de Torino, en Prato,

Donde hicieron mi zapato

Sobre el que caería el vino.

Zapato que en unas horas

Buscaré bajo tu cama

Con las luces de la aurora,

Junto a tus sandalias planas

Que compraste aquella vez

En Salvador de Bahía,

Donde a otro diste el amor

Que hoy yo te devolvería

Cada uno da lo que recibe

Y luego recibe lo que da,

Nada es más simple,

No hay otra norma:

Nada se pierde,

Todo se transforma.

lunes, 26 de agosto de 2013

El adivino

No tenía mágica bola,
Y para colmo de asombro,
Tampoco lechuza al hombro
Ni a su merced diablos con colas.

Mas, con su rostro cetrino
Y con su nariz ganchuda,
Era sin lugar a dudas
Un prodigio de adivino.

Sin jamás equivocarse,
A las que quedaban sin zona,
Entre feas y gordinflonas,
Les decía que iban a casarse,

Que hallarían al fin varones
En el día de san Blando
Que no se sabe cuándo,
Así fuesen solo horcones.

Creció a la fama
Del individuo cetrino,
Del prodigio de adivino,
Cuando cayó en cama

De pasmo, dizque, con arrebato,
Una virgen de arriba y de abajo
Y él adivinó: ¡Barajo,
Va a parir cualquier rato!...

¡Y para qué les cuento!
La virgen parió nomás,
Aunque afirmaron que el papá
Había sido el viento.

Sacando cuentas
Afirmaba una vecina,
-Con los ojos estirados como de china-,
Que acababa de cumplir los cuarenta.

La observó bien
El adivino mentado
Y dijo sin hacerse el delicado:
“¡Ella fue novia de Matusalén!”

En el barrio se oía decir
Que lo único que no sabía
El adivino, era el día
En que se iba a morir

martes, 20 de agosto de 2013

Ver y escuchar

Gustavo E. Etkin
Veo con los oídos

escucho con los ojos

colores verdes

azules

y rojos.

Oigo colores

veo olores

y cantos

escucho las flores

y de las mariposas

sus llantos.

Entonces me pregunto

pensando en otro asunto:

¿será que hay otros

que ven con los oídos

y escuchan con los ojos?

Por lo menos escribir

escribo con la mano

lo que me permite creer

que estoy un poco sano.

Bahía de San Salvador, Brasil.

martes, 13 de agosto de 2013

¿Quién retiene al amor. . .?

Tanto es amor, por todos mis amores,

que, en el jardín de la existencia mía,

a verlas deshojarse día a día,

preferí siempre deshojar sus flores.

Cuando más encendidos sus colores,

mueren en su triunfante lozanía. . .

¿Más triste que la muerte es la agonía

de un amor, entre dudas y temores. . .!

¡Triste fin de un amor, cuando, engañoso,

quiere fingir que a su pesar nos deja;

y más ofende, cuando más piadoso. . .!

Y ¿qué lograra la importuna queja

del ofendido corazón celoso?

¿Quién retiene al amor, cuando se aleja. . .?

Jacinto Benavente.

Todo se transforma

Jorge Drexler

Tu beso se hizo calor,

Luego el calor, movimiento,

Luego gota de sudor

Que se hizo vapor, luego viento

Que en un rincón de la rioja

Movió el aspa de un molino

Mientras se pisaba el vino

Que bebió tu boca roja.

Tu boca roja en la mía,

La copa que gira en mi mano,

Y mientras el vino caía

Supe que de algún lejano

Rincón de otra galaxia,

El amor que me darías,

Transformado, volvería

Un día a darte las gracias.

Cada uno da lo que recibe

Y luego recibe lo que da,

Nada es más simple,

No hay otra norma:

Nada se pierde,

Todo se transforma.

El vino que pagué yo,

Con aquel euro italiano

Que había estado en un vagón

Antes de estar en mi mano,

Y antes de eso en Torino,

Y antes de Torino, en Prato,

Donde hicieron mi zapato

Sobre el que caería el vino.

Zapato que en unas horas

Buscaré bajo tu cama

Con las luces de la aurora,

Junto a tus sandalias planas

Que compraste aquella vez

En Salvador de Bahía,

Donde a otro diste el amor

Que hoy yo te devolvería

Cada uno da lo que recibe

Y luego recibe lo que da,

Nada es más simple,

No hay otra norma:

Nada se pierde,

Todo se transforma.

domingo, 11 de agosto de 2013

El adivino

No tenía mágica bola,
Y para colmo de asombro,
Tampoco lechuza al hombro
Ni a su merced diablos con colas.

Mas, con su rostro cetrino
Y con su nariz ganchuda,
Era sin lugar a dudas
Un prodigio de adivino.

Sin jamás equivocarse,
A las que quedaban sin zona,
Entre feas y gordinflonas,
Les decía que iban a casarse,

Que hallarían al fin varones
En el día de san Blando
Que no se sabe cuándo,
Así fuesen solo horcones.

Creció a la fama
Del individuo cetrino,
Del prodigio de adivino,
Cuando cayó en cama

De pasmo, dizque, con arrebato,
Una virgen de arriba y de abajo
Y él adivinó: ¡Barajo,
Va a parir cualquier rato!...

¡Y para qué les cuento!
La virgen parió nomás,
Aunque afirmaron que el papá
Había sido el viento.

Sacando cuentas
Afirmaba una vecina,
-Con los ojos estirados como de china-,
Que acababa de cumplir los cuarenta.

La observó bien
El adivino mentado
Y dijo sin hacerse el delicado:
“¡Ella fue novia de Matusalén!”

En el barrio se oía decir
Que lo único que no sabía
El adivino, era el día
En que se iba a morir

viernes, 9 de agosto de 2013

DEL LIBRO “EL CIRCO DE PAPEL” DE OSCAR ALFARO



El conejo
Una llamarada blanca
devora el huerto
y flota como un fantasma.

Es sólo una nube
blanda,
que se arrastra por el suelo

Y lleva
adentro
dos estrellas coloradas.

Al dormir bajo una rosa,
las apaga

De improviso,
cruje el cristal de una rama.

Y el conejo,
se eleva sobre las matas,
volando con sus orejas
afelpadas . . .

El cisne
Canta el río
su canción
y en la canción hay un limpio
signo de interrogación.

Va de filo,
cual media luna delgada,
cortando el cordaje
de las aguas.

Es violín blanco
y dormido,
que lleva el arco
tendido . . .

Un horizonte de brasas
corta su perfil de hoz.
y vuela lanzando al agua
la blanca sombra de un 2.
El grillo bohemio
Se cuela en el buque el grillo romántico
con su violín negro debajo del brazo.

Y en una bodega pretende ocultarse,
porque el pobre artista no pagó pasaje.

De repente cae su violín rodando
y allí lo sorprenden los hombres del barco

-¡Es un polizón! . . . ¡Tírenlo a la mar! . . .
ruje el capitán.

Y el grillo le dice: -Respeta mi vida,
soy el Paganini de la gríllería.

Y pasando el arco por el violín negro,
le arranca un diluvio de dulces arpegios . . .

-Viaja, que el pasaje pagarás con música-
dice al fin el lobo de mar y de bruma

-Gracias capitán
llenaré de música el cielo y el mar.

Y desde aquel día viajan en los barcos
los grillos, tocando sus violines mágicos

La procesión
Van hacia un templo de vidrio
las hormigas de colores,
llevando banderas verdes
y farolines de flores.

Y también llevan un niño,
como una chispa de luna,
en un fanal cristalino,
que es una gota de lluvia.

Mariposa
Señorita
mariposa,

abanico que se agita
junto al rostro de una rosa.

Es un alegre pañuelo,
con el cual baila un enano
picaruelo

algún baile americano.

Es también una bandera
diminuta,
en la ruta

del viento de primavera.

Y se posa
en el libro de un chicuelo.

¡Qué ilustración más hermosa
que le ha caído del cielo! . . .

La yegua lírica
Una yegua dactilógrafa,
va escribiendo a cuatro patas,
en la cinta del camino
una carta sin palabras.

El guanaco
Un zigzagueo de líneas
cruza el paisaje serrano,
como si fuera la imagen
del viento del altiplano.

La jirafa
Lunareja, lunareja,
salpicada de luceros,
con las patas en la tierra
y la cabeza en el cielo . . .

El pavo
Un senador tartamudo
que se pone rojo de ira,
lanza furiosos discursos
a un congreso de gallinas.

El pato
Oficial de la marina,
anda en traje de parada,
con el uniforme blanco
y unas botas coloradas.

El gallo
Clava su grito de guerra,
como se clava un relámpago,
y el gallo es una bandera
que se agita sobre el rancho.

El buho
Sombra con ojos redondos,
lo mismo que dos espejos,
que reflejan en el fondo
todas las formas del miedo.

La golondrina
Una negrita turista
que lleva un pañuelo blanco
da clases de geografía
a los muchachos del campo.

El picaflor
Un diminuto cometa,
que gira sobre el vergel,
entre pintados planetas
llenos de aroma y de miel.

El zancudo
Es un punto con dos comas
y es una nota con patas,
un microbio con esquíes
y una aguja con dos alas.

La cigarra
Oculto en algún ramaje
un soldadito de vidrio,
dispara a los caminantes
su metralla de sonidos.

Lagartija
Enjoyado renacuajo
que se transforma en cometa
y que cruza por el campo,
lanzando chorros de estrellas . .
.
Cocodrilo
El pantano abre sus fauces
-roja boca del infierno-,
sobre los niños salvajes
que huyen como diablos negros.

El cangrejo
Explorador de tesoros
bajo las aguas del río.
perdió su brújula de oro
y anda sin norte ni tino

Los caracoles
Diminutos escolinos,
que cruzan en caravana
por los senderos floridos,
con su mochila en la espalda

La kantuta
E1 regio sol de los incas,
allá en los tiempos distantes,
convirtió a todas las ñustas
en vivas flores de sangre.

Y las flores se juntaron
en una hoguera fragante,
como un enjambre de estrellas,
girando sobre los aires.

Así nació la kantuta,
que hoy ilumina el paisaje,
como un volcán de rubíes,
en cada cerro del Ande.

El cacto
Sobre el peñasco desnudo,
vela,
como un centinela
el viejo cacto barbudo.

Apuntando al horizonte
con sus púas coloradas,
-sus espadas-,
punza la luna del monte.

Huye
la noche llena de heridas.
Y por su costado fluye
un mar de rosas ardidas.

Cuando la aurora clarea
sobre la dulce colina,
tiene el cacto en cada espina
una estrella que llamea . . .

Fucxias
Las niñas de caramelo
están bailando en el aire.

Con pollerines de estrellas,
riegan de chispas la tarde.

¡Ay, cómo suben danzando
las escalas musicales! . . .

Con zapatillas de oro,
con abanicos de sangre.

Sobre lunas de rocío
pisan y giran y caen.

Y se cuelgan de las barbas
del viejo sol de mi valle.

El espantapájaros
San Francisco disecado
predica a los pajarillos,
alzando al cielo los brazos:
“No robar ángeles míos”.

Árbol viejo
Llagado y adolorido
se inclina sobre la tierra,
lo mismo que un pobre Cristo
que lleva la cruz a cuestas.

La papa
Es una morena ojosa,
gordita como una chola,
vive en la tierra olorosa
y no gusta vivir sola.

Los higos
Negritos muertos de risa,
que se cuelgan de las ramas,
tienen rota la camisa
y muestran su panza blanca.

El hongo
Es la cúpula de un templo
donde dice misa un grillo,
que viste capuchón negro
y alza un cáliz de rocío.

Agua viviente
Estás dormida y sonríes
y a través de tu semblante
se ven los sueños que vives.

La lluvia
Viste su mandil a rayas
la mañanita olorosa
y a través de la ventana,
está regando las rosas.

Nevada
Enanos paracaidistas
que se descuelgan del cielo,
arrojan bombas de harina
sobre el paisaje de invierno

La noche
La noche es un piano negro
con su teclado de nácar,
que lo toca un pequeñuelo
asomado a la ventana.

La tierra
Mitad negra, mitad blanca,
la bolita gira y gira,
mientras grita una muchacha:
-¡Noche y día!. . ¡Noche y día! . . .

Otoño
Por obra de encantamiento
se han convertido las hojas
en bandadas de aves rojas,
que van volando en el viento

La quena
Es un pájaro cautivo,
que canta huayños en quechua
y va en las manos del indio,
gimiendo como una pena.

Niño indio
Pajarillo melodioso,
desde el filo de los cerros
con las alas de su poncho
quiere volar a los cielos.

La pluma
Avispa negra que canta,
volando sobre el papel,
que es un jardín de palabras
que han florecido sobre él.

La página escrita
Hormiguitas colegialas,
agarradas de la mano,
están haciendo gimnasia
en un estadio rayado.

El pintor
Quién pinta las mariposas
la rosa y el girasol
y las frutas olorosas?
¿Quién pinta todas las cosas?
El famoso pintor sol.

Lo suma infinita
Alguien suma blancas cifras
en la gran pizarra negra,
y se le rompe la tiza,
que cae como una estrella.

El mago
Soy un mago y al mirarme,
mi niña se vuelve pájaro.
Y entre trinos y aleteos,
sube, volando, a mis brazos.

La corrida
En un redondel de sol
torea una mariposa,
con su capa luminosa,
a un torito caracol.

La pelota
La luna cayó del cielo
sobre el patio de la escuela.
Y embriagados de contento,
los niños juegan con ella.

El caramelo
Es iris en miniatura
y es una estrella de miel.
Y es un niñito de azúcar,
con su capa de papel.

La caldera
Ensaya todos los gorjeos,
alzando al cielo el corvo pico,
como si fuera un mirlo negro,
sobre un rosal de fuego vivo.

Los tinteros
Voy pescando cada día
dibujos y pensamientos
en las aguas luminosas
del Mar Rojo y el Mar Muerto.

El erizo
Imán cargado de agujas,
torito con banderillas,
alfiletero gigante,
cardo brujo que camina . . ,

Hormigas
Por la puna congelada
las hormigas changadoras
van con su carga a la espalda,
como una fila de cholas.

El fósforo
Brota un clavel en el aire
como un penacho sangriento,
dura tan solo un instante
luego se esfuma en el viento.

Recreo
Es el patio, florido
de niños y alas,
una plaza de San Marcos,
llena de palomas blancas.

El mandil
Yo corté la luna blanca,
con la luna que corté
hice un mandil como el alba
y a la escuela voy con él.
Es tan limpio como un alma,
-un alma puesta al revés-
porque los niños llevamos
el alma sobre la piel.

La Tenaza
Ave doméstica y negra,
pariente del avestruz,
picoteando la madera
se traga clavos de luz.

El canastero
El serranito tierno
corta las barbas
del rojo sol abuelo
y hace canastas.

Y en ellas aprisiona
vivas estampas
de las embrujadoras
tierras collanas.

Y las cuelga de un palo
junto a su casa,
como un montón de globos
para las guaguas.

Y el alma de arco iris
de nuestra raza,
canta en esos faroles
de paja brava.

El avión de papel
Cruza el cielo del chiquillo
soñador,
relumbrando,
como un recorte de sol.

Y los monos pasajeros
que él pintó.
lanzan gritos y hacen gestos
y les salta el corazón.

La hormiga-piloto
grita por el alta-voz:

-¡Amarrarse las correas!

¡Atención! . . .

-¡Aterrizaje forzoso!

¡Santo Dios! . . .

Pero el avión aterriza
en la pista de una flor.

Capitán de chocolate
Capitán de chocolate,
basta ya.

Deja el bárbaro combate.

Déjalo.

Ven acá.

Has de tu tanque de guerra
un tractor.

Y ve sembrando la tierra,
que es mejor.

Sobre este campo labrado,
tú serás
un invencible soldado
de la paz.

Y honraré tu pecho amigo,

Capitán
con la cruz aurea del trigo
y la medalla del pan.

El molinete
Sobre el agua musical,
que canta como una lira,
el molino de cristal
gira y gira . . .

¡Cómo gozan en la charca
los pilluelos,
igual que sí chapotearan
en los cielos! . .

Y el alegre molinete
es un sistema solar,
con planetas de juguete,
como cuentas de collar.

Los niños en redondel,
ven que la luna en el charco,
va flotando como un barco
de papel . . .

Se queda cantando el agua,
como un montón de jilgueros
y el molino es una fragua
de luceros . . .

Mi sombra
¡Ay, este hermano siamés,
unido a mi
por los pies!

— ¡Que me dejes!

¡No te quiero! . .

Pero me sigue callado,
lo mismo que un perro negro.

Lo apedreo con estrellas
y lo lleno de agujeros,
lo llevo contra las rejas
y le rayo todo el cuerpo.

Pero me sigue los pasos,
como el alma del silencio.

Al filo de media noche
despierto . . .

Y está a mi lado
dormido mi hermano negro.


Del libro: “El Circo de Papel” Primera Edición.
Edita: Fanny Mendizábal de Alfaro
La Paz – Bolivia. 1970

TRIVIALIDADES DE TIEMPO LIBRE



Heberto Arduz Ruiz

A veces una palabra,
dicha en el momento oportuno,
vale más que muchas palabras.
= = =

Resguardado en su catacumba,
el silencio al romperla suele ser
más ruidoso que mil palabras.
= = =
El bullicio y su febril entorno,
con raptos de intermitencia,
afecta menos que el silencio.
= = =
El eco trasmite la voz
del que acaba de partir,
aunque el ser no vuelva.
= = =
El exilio acaba con el retorno
y la ciudad sigue igual que antes,
pero sus inquietos moradores
viviendo otras vidas desteñidas
se exilian de sus antiguas vidas.
= = =
Si comprensión no existe,
¡quién desea vivir incomprendido?
¡No existamos el uno para el otro!
= = =

miércoles, 7 de agosto de 2013

El más bello poema a la virgen de Copacabana

El poema más bello que se haya consagrado a la Virgen Morena del lago sagrado de los incas es decir el Titicaca no ha sido compuesto por ningún poeta boliviano o peruano, aymara ni quechua (salvo que me equivoque en cuestión de gustos y disgustos), sino nada menos que por uno de los más destacados vates chilenos de todos los tiempos.

Un día cualquiera al todavía novato juglar, se le ocurrió casi ritualmente acudir ante el lago navegable más alto del mundo, aprisionado entre cumbres nevadas, para ch’allar o “milluchar” (es decir bautizar) el primer ramillete de versos de su primera cosecha lírica…

Lo primero que hizo al llegar al lugar, a fin de contar con una opinión autorizada puso los pliegos que portaba en manos de un amauta aymara, quien luego de leerlos cual si se tratara de un manojo de hojas de coca en las que acostumbra vislumbrar el futuro, le dijo: …“poeta por qué cantas a la lluvia, ¡Haz llover!”…

Y sin proponérselo siquiera, la inesperada respuesta hizo brotar en él un nuevo torrente de poesía. Al parecer los Achachilas del Ande y la Pachamama misma lo habían colmado de bendiciones, pues el vate ofrenda su estro a la Madre de las aguas del Titicaca...

El vanguardismo que el poeta emplea para plasmar el retrato literario de la Madre celestial, con una mirada estereoscópica de espejo trizado en las múltiples e innumerables facetas en ojos de una libélula, de alguna manera nos recuerda al impulso que en terreno netamente plástico anima a Dalí en su “Leda atómica” o, mejor, en la “Virgen de la Roca” de manera más precisa y dos versiones diferentes.

En otras disciplinas estéticas, su afán se puede equiparar a la pieza musical que Jhonn Cage compuso únicamente con zumbidos de abejas, o los destellos que consiguió arrancar en melodías el dinosaurio de la música concreta Stockhausen, en el concierto que presenciamos en Brasil a invitación impagable de su amigo Haroldo de Campos.

Un intento insólito en la danza, lo abordaría la hija de mismísimo Stockhausen interpretando vestida de arlequín pases al estilo “la danza de los cisnes”, pulsando entre los dedos los hoyuelos de una flauta en intento de interpretar los sonidos del silencio a través de cadenciosos movimientos.

Pero, a fin de que el lector no piense que lo del poema es “puro cuento”, veamos lo que la virgen le dijo a aquel “pequeño dios” inventor de tan novísima versificación, en los momentos en que la

encontrara sentada sobre una rosa de inmateriales pétalos seguramente contemplando a Dios entre los astros:

“Mira mis manos: son transparentes como las bombillas eléctricas, ¿ves los filamentos por donde corre la sangre de mi luz intacta?

Mira mi aureola. Tiene algunas saltaduras, lo que prueba mi ancianidad…

Soy la Virgen sin mancha de tinta humana, la única que no lo sea a medias y soy la capitana de otras 11.000 que están en verdad demasiado restauradas.

Hablo una lengua que llena los corazones, según la ley de las nubes comunicantes.

Digo siempre adiós y me quedo. Ámame, hijo mío, pues adoro tu poesía y te enseñaré proezas aéreas.

…Tengo tanta necesidad de ternura. Besa mis cabellos, los he lavado esta mañana en las nubes del alba y ahora quiero dormirme sobre el colchón de neblinas intermitentes.

Mis miradas son un horizonte para el descanso de las golondrinas: …Amáme!

Me puse de rodillas en el espacio circular, y la Virgen se elevó. Me dormí y recité entonces mis más hermosos poemas”…

A estas alturas resulta casi innecesario decir que el inconfundible autor es Vicente Huidobro. Y fuera o no la Virgen de Copacabana quien le inculcara su intensa pasión por las letras, en manifiestos y escritos confiesa que la teoría del Creacionismo la compuso en aquella visita al Titicaca.

Como testimonio fehaciente de ello, en el poema augural de su primera recolección de versos, intitulado “Arte poética”, al rememorar lo que le dijera el anónimo poeta aymara, proclamar: “Oh poetas, por qué cantáis a la rosa/ ¡Hacedla florecer en el poema”…

Además, siendo chileno hasta la médula, en gratitud a la Virgo Titicaquensis escribió un alegato pro reivindicación marítima de Bolivia, por haberla encontrado recluida en aquel mar interior junto a millones de inocentes almas que la acompañan, mientras en la “Ciudad Maravillosa” (Río de Janeiro) e inclusive en la otra orilla del océano, antaño “la milagrosa Candelaria de Las Indias" fuera considerada cual sirena patrona y “Reina de los Mares”...

Soy Boliviano

¡Soy boliviano!

¡Viva mi Patria!

Mi Patria es bella

Como la estrella

Matinal.

No hay en el mundo

Suelo tan rico

Como mi suelo.

No hay bajo el cielo

Tierra mejor.

¡Viva mi Patria!

¡Vivan sus héroes!

Pendón glorioso

De ti orgulloso

Siempre estaré.

Feliz si puedo

Vivir cantando

Tu insigne historia

Y de tu gloria

Mártir morir.

martes, 6 de agosto de 2013

Las claves del Comandante

Héctor Borda Leaño

(fragmentos)

Aquí estamos

como salidos de un pozo de tinieblas,

trabajando en la piel,

en el cuero rugoso de los tiempos,

en el cuero rugoso de los sueños,

trabajando en los hombres,

andando y manejando las viejas cicatrices,

descascarando las costras de la historia,

hiriéndonos las vísceras, hablándonos,

puliendo relatos antiquísimos,

puliendo tácticas y planes,

jadeando con asmas heredadas,

patinándonos el alma con muertes venideras,

con muertes que tienen una faz soleada,

que tienen un sol

de despavoridos dardos en los ojos,

con muertes fidedignas.



Aquí estamos,

Ñancahuazú de estacas,

de musgos y de algas,

de líquenes y libélulas,

de cañadones profundos,

de aguas insurrectas,

de estremecidos gritos

que se descuelgan de los ramajes

como nocturnas aves agoreras,

Ñancahuazú de mañanas, de tardes,

de sed, de humedad, de músculos envarados,

de pájaros heridos en el canto y las plumas,

Ñancahuazú en el norte

Ñancahuazú en el poniente,

Ñancahuazú cubriendo nuestra piel,

Ñancahuazú encorchando nuestra voz,

cubriéndonos los huesos con moho vegetal,

Ñancahuazú encubriendo los planes,

las cartas geográficas, las brújulas,

encubriendo estrategias,

los modos de caminar, los modos de mirar,

los modos de sorprender

el vuelo de las moscas

con manotazo airado.

Ñancahuazú como un verde caldero

de empecinados borbollones

disfrazando nuestra presencia en esta tierra.



Aquí estamos

fabricando de a poco nuestra faz guerrillera,

estamos en la manigua,

con manotazos y adjetivos,

con enormes yaguazas sobre el cuello,

con mosquitos, marigüis, garrapatas,

hundidos hasta el cuello en la humedad,

hundidos en un sopor de torpes filamentos,

cercados por los ramajes

y las lianas constrictoras,

cercados por un ruido de siglos

que filtran los follajes,

descubriéndonos todos

en el tono tonal de nuestra risa,

reconociéndonos todos en la mirada

y en la rabia profunda de la América

que llevamos a cuestas,

reconociéndonos todos

en las frustraciones y caídas,

reconociendo nuestra sangre

en la sangre irredenta del pueblo,

en la herida purulenta de la historia,

reconociéndonos

en el reflejo azul de nuestras armas.



Aquí estamos

cercados por un silencio a gritos misteriosos

que se descuelgan de los árboles

y reptan por los senderos y las picadas

como letales pukararas.

Estamos cercados por el silencio

que se traen en el alma

los compañeros bolivianos,

los pequeños, tan endebles,

tan marcados por latigazos seculares

tan silenciosamente duros,

tan cargados de tiempo,

tan de tiempo vestidos

tan de ancestro resecos,

tan de piedra la piel,

tan de arena los ojos,

tan de soles la sangre,

tan de viento el silbido,

tan imperfectamente guerrilleros,

plantando nuestros pies en esta tierra,

plantando nuestros huesos,

plantando nuestros sueños,

plantando nuestra voz,

plantando la semilla total de la victoria.



Andamos alumbrando las trochas de la selva

con el curcusí ardiente de la sangre,

andamos con la piel reseca,

con los cabellos, con los ojos,

con los tendones tensos,

andamos con los fusiles ,

andamos con el resuello dolorido,

andamos con la ternura en hombros,

andamos con las llagas del niño paramero,

con el asombro sin respuesta

del niño del Río de la Plata,

andamos con el niño agredido

en los cantegriles,

andamos con el niño marchito

de la favelas de Río de Janeiro,

andamos con los niños envejecidos

de la América india

que bordaron sus sueños

a la orilla del tiempo

con las viejas leyendas

de Kalasasaya y Pumapunku,

caídos hoy

en el silencio del dolor y el hambre.



Andamos con odio fidedigno,

llevando un odio vietnamita en las sandalias,

un odio aromado con perfume de pólvora,

recogido en los pedregales de Argelia,

en los arrozales de Vietnam y de Camboya,

en los arrabales

de las grandes ciudades irredentas.

Andamos llevando

en la comisura de los labios

un odio que lacera las carnes

del general eructante

y de su pequeño alcahuete que lo sirve

y que lo adula,

que le escribe discursos, que le tira del saco,

que le habla en la oreja

y le escoge la amante.



Aquí estamos

los tres, los cuatro, los cinco,

los seis, los siete,

todo el pueblo

con Pachungo, con Tuma,

con Arturo, con Braulio,

con Rolando, con el Negro,

con Bigotes, con Pombo,

estamos con el Inti, con el Coco,

con Marcos, con Ricardo,

escrutando en el día,

escrutando en la noche,

escrutando en el alma de la gente que llega,

bajando por el río de bramadoras aguas,

Ñancahuazú esculpiendo roquedales al norte,

Ñancahuazú trizando roquedales al sur,

Ñancahuazú llegando,

Ñancahuazú saliendo por un túnel

de ramas cubierto de silencio.



Aquí estamos

royendo el perfil de noviembre,

del calcañar al omoplato

hundidos

en la ardorosa matriz de Pachamama.

Nos rodea la América,

los broncos brazos

de los hombres de América,

de los desposeídos,

de los infamados,

de los hombres del pan duro,

de los hombres de la lombriz y la silicosis,

de los hombres de la soledad y el desamparo,

de los hombres de los pulmones

acosados por el odio,

de los carburos, la copajira y la dinamita.



¿Qué será de la victoria levantada

en pos de la palabra,

en pos de la sangre,

en pos de un destino estelar,

en pos aún del átomo perfecto

que de los sueños sube

incendiando la historia?

¿Qué nos dirán los hombres

de los escritorios,

de los paraninfos,

los que manejan las cartillas y las leyes

los que se lavan la cara todas las mañanas,

los que piensan amor y se tapan los ojos

sin mirar las heridas?

¿Qué nos dirán los cuerdos,

esos señores serios

que administran estatutos y folletos?

¿Qué nos dirán

apenas nos sorprendan con la voz

enronquecida de peligros?

Todavía la duda no ha vestido sus galas,

no han nacido crespones,

el aire no se ha roto con sacros misereres,

ni ha exaltado retinas

un desconocido incendio.

lunes, 5 de agosto de 2013

El puente de Carlos


"Hombres, que cruzan puentes oscuros,

pasando junto a Santos

con débiles lucecitas.



Nubes, que recorren el cielo gris

pasando junto a iglesias

con mil torres que condenan.



Y uno, apoyado en el pretil de sillería

que mira en el agua de la noche,

las manos sobres viejas piedras.

Kafkfa

domingo, 4 de agosto de 2013

El tordo

De negro vestido
Como si hubiera ido
A un sepelio de flores
A silbar dolores.

Como si fuera el artista
Que ingresa en la pista
De una bella sala
Para un concierto de gala

Qué fina su flauta
Divina la pauta.
No suena por dinero
Para su carcelero

Bien de mañana
Su flauta es una diana
-negro serenatero-
Para el lucero

Y aunque en verdad
Canta sin libertad,
Cifra su fortuna
En cantarle a la luna.

Para que el gorjeo
Nunca salga feo,
Su gaznate frío
Remoja en rocío.

Afina su flauta
Siguiendo la pauta
Del río que rueda
Entre la arboleda

O de los vientos alisios
Que por puro vicio
Silban en los canchones
De los caserones

La flauta afinada
También es cascada
De oro y argento
Y fondo de un cuento

En que una princesa
Llora su tristeza
Al malo y artero
De su carcelero


Gustavo Adolfo Baca

A Bolivia

Ruben Dario

En los días de azul de mi dorada infancia

yo solían pensar en Francia y en Bolivia;

en Francia hallaba néctar que la nostalgia alivia,

y en Bolivia encontraba una arcaica fragancia.



La fragancia sutil que da la copa rancia,

o el alma de la quena que solloza en la tibia,

la suave voz indígena que la fiereza entibia,

o el dios del Manchaipuito, en su sombría estancia.



El tirso griego rige la primitiva danza,

y sobre la sublime pradera de esperanza,

nuestro pegaso joven mordiendo el freno brinca,



y bajo de la tumba del misterioso cielo,

si sol y luna han sido los divos del abuelo,

con sol y luna triunfan los vástagos del Inca.