martes, 3 de septiembre de 2013

Fe de niños

Niños, que en su primer acto de libertad

piensan en lo que está bien sin reconocer

explícitamente a Dios.

Niños, que eligen el bien porque piensan en lo que está bien y está mal, y en ese dinamismo

interno conocen a Dios sin saberlo.

Niños, que con su genuino proceso se inclinan a

amar al Bien como inherente a su existencia.

Niños, que con la trama fundamental de ese primer acto de libertad moldean su voluntad y

su estado de gracia la perfecciona.

Niños, que desde ese momento son responsables

y libres, son capaces de hacer despertar en su interior

la idea del bien y del mal, ordenando su vida hacia el amor a Dios.

Niños, que recibieron educación religiosa antes de su

primer acto de libertad fueron ayudados por esa tradición

religiosa en este primer acto de libertad.

Niños, que recibieron educación arreligiosa se decidieron

por lo bueno honesto en su primer acto de libertad, aunque

luego encontraron desacuerdo con los conceptos inculcados.

Niños, que con ese conocimiento natural de Dios, exento de

concepciones, desvelan su accesible sencillez y su inteligencia.

Niños, que por primera vez en su tierna vida deliberan sobre si

mismos y se deciden por cierto acto bueno, porque así debe ser

y lo saben conciente y explícitamente.

Niños, que al elegir el bien honesto reciben la gracia que santifica

y sin saber conocen a Dios con conocimiento de fe y lo aman sobre

todas las cosas.

Niños, por algo poderoso dijo Dios tan sentenciosa frase: dejad que

los niños se……..

La leyenda del quirquincho blanco


I

Los amables vecinos de Muyupampa lo llaman Tatú. Este animalito tiene que ser abuelo del quirquincho orureño, o el quirquincho será descendiente de algún hijo malnatural de aquél tatú muyupampeño, que buscando fortuna vino a dar con sus huesos en las gélidas areniscas altiplánicas.

II

Los muyupampeños lo creen carnívoro y cuentan de él que escarba las fosas de los cadáveres frescos para darse un banquetazo con los restos de alguna miserable humanidad. Lo que es una solemne mentira, porque la zoología lo conceptúa herbívoro y su alimento es igual al de ese pobre y mísero sabio vegetariano que “sólo se sustentaba de las hierbas que cogía”.

De la maledicencia paisana no se libra ni el tatú.

III

El tatú es la figura encantadora; ya dijimos que se parece al quirquincho, con la diferencia que su caparazón no tiene pelos que le crecen en la coraza de su pariente orureño y le dan la apariencia de una vieja barbada. La coraza del tatú es lisa, de color oscuro, generalmente ne-gro brillante, semejando un gigantesco pedernal.

Tiene fuerza extraordinaria y su defensa es cavar un túnel en instantes y allí esconderse del hombre, el que en mala hora para el tatú, se ha enviciado de su carne, a la que no se cansa de alabarla, diciendo que es blanca, mucho más que del pescado, sin fibrosidades, de exquisito sabor, superior al del cerdo tierno, que no necesita aderezos, cuando más un poco de sal para ser un manjar de dioses.

Y en las noches de luna llena, lo busca, le acecha, lo acorrla cobardemente con sabuesos y lo caza en las montañas, la selva espesa o los ríos de la pintoresca región de Muyupampa.

Esto con referencia del hombre al tatú.

Pero qué deuda hay que no se pague? El tatú tiene Justicia Mayor que tarde o temprano, cobra caro al cazador más atrevido. Nadie se ha salvado de su balanza y es inexorable su decisión.

IV

Dicen por esas tierras, que un buen cazador debe llevar

La cuenta del número de tatús que ha cazado. Nadie tiene sobre la tierra el privilegio de cazar tatús indefinidamente o hasta cuando le viniere en gana. Cada cual tiene reservada una cantidad fija de presas a obtener en su vida de cazador, de la que no se debe pasar un solo tatú más. Si lo hiciera, ¡pobrecito de él!, durante su próxima cacería, en un recodo del camino, o en un claro de la selva espesa, o cerca al manantial donde sacia su sed, se le presentará el indescriptible tatú blanco, en toda su grandeza de enjuiciador; de caparazón albo, solemne en sus pausados movimientos, gigantesco en su volu-men, humanamente imposible de ser cazado, ya que sus ojillos, ascuas amenazadoras, cuando fijan la mirada en los hombres, los pobrecillos de paralizan de terror, suplican, claman, lloran, y su petulancia de seres humanos invencibles se les va a las rodillas.

Es el tatú blanco que hace justicia a los suyos. El cazador que ha topado con él, es que ha infringido la creencia secular. Lo sabe y retorna a su casa, contrito, arrepentido, a despedirse de su familia, porque está seguro que morirá dentro de las veinticuatro horas siguientes.

V

Así cuentan la leyenda del tatú blanco los campesinos de Muyupampa, en las noches que se reúnen amigablemente alrededor de una fogata.

Lo que ignoran es de cómo el hombre puede saber cual es el cupo de cazador de tatús que le corresponde. Eso no me lo dijeron, y en horabuena, así el temor a enfrentarme con el tatú blanco, me impedirá cometer la crueldad de ser alguna vez cazador de este animalito.

lunes, 2 de septiembre de 2013

LA SIMIENTE



Octavio Campero Echazú

En verdad, hijos míos,
no sólo por mi júbilo
esparcí la simiente,
fue un mandato del surco:
apremio de mi estirpe,
reclamo del futuro.


Vosotros me gritasteis
—¡inmenso grito mudo!—
que os trajera a la vida
desde el no ser obscuro.

Ya estabais en mi sangre
como en la flor, el fruto;
y hallasteis en la entraña
maternal un refugio.

Y cuando, al fin, llegasteis
al umbral de este mundo,
¡qué campanas de gloria
tañeron en mi pulso!...
La vida no sería
ya evento de un minuto
—el débil eco apenas
de un cántico inconcluso;
vana chispa en el viento,
signo de polvo y humo —,
sino perenne cauce
de auroras y crepúsculos.

como ya me invade
la sombra, es vuestro turno
—¡que la celeste antorcha
del amor os dé el rumbo!—
esparcid la simiente
y haced eterno el surco.

Del libro “Aroma de otro tiempo” de Octavio Campero Echazú
Biblioteca Universitaria “ Juan Misael Saracho”
Tarija – Bolivia. 1971