martes, 31 de mayo de 2016

Piernas

Isaac G. Eduardo (1861 – 1924)
En el amplio escaparate

De una acreditada tienda,

Entre bordados y enaguas

Se ostentan un par de piernas

Que deben ser de cartón,

Pero que son tan bien hechas,

Que todos los compradores

Al mirarlas se la pegan.

En ellas el comerciante

Expone todas las medias

Que guardan sus almacenes

Y que desea expenderlas.

Lucen esas pantorrillas

A veces medias de seda;

Otras, de algodón y lana,

Y en las mañanas de fiesta

Se las ve de mil colores

A través de las vidrieras;

Una veces encarnadas,

Otras carne de doncella,

Otras listadas de azul

Otras blancas y otras negras

¿Las vista, caro lector?

Si parecen verdaderas,

Por lo gordas, por lo finas,

Por torneadas a la griega. . .

Una vez un fraile dijo

Deteniéndose en la reja:

¡Santa Bárbara bendita!

Lo que se ve en esta tierra

No se ve en ninguna parte;

Que Dios maldiga esta tienda. . .

También escandalizada

Otra vez rugió una vieja,

Y tapándose los ojos

Fue a confesarse a la Iglesia.

Un joven enamorado

Al mirar aquellas muestras,

Dijo, para sus adentros:

Se parecen a las de ella. . .

Yo que me precio de artista

Y que adoro a la belleza

Y las formas mujeriles,

Se entiende, si son correctas,

Dejo transcurrir las horas

Parado ante la vidriera,

Evocando mil recuerdos

De juveniles escenas

Y murmurando mil nombres

Que mi alma guarda con pena. . .

Y encuentro artístico y bello

El gusto de aquella tienda,

Cuando coloca con gracia

Sobre las torneadas piernas,

Las sayas de percalina,

De gros, de razo y de seda.

¡Oh! Entonces sueña la mente

con la ópera y la zarzuela,

con el baile del minué,

con el cancán, con la cueca,

con el burdo cake walk,

con la jota aragonesa,

con París y con Madrid

y con Roma y con. . . etc. . .

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