martes, 28 de junio de 2016

En el entierro de un amigo

Antonio Machado

Tierra le dieron una tarde horrible

del mes de julio, bajo el sol de fuego.

A un paso de la abierta sepultura,

había rosas de podridos pétalos,

entre geranios de áspera fragancia

y roja flor. El cielo

puro y azul. Corría

un aire fuerte y seco.

De los gruesos cordeles suspendido,

pesadamente, descender hicieron

el ataúd al fondo de la fosa

los dos sepultureros. . .

Y al reposar sonó con recio golpe,

solemne en el silencio.

Un golpe de ataúd en tierra es algo

perfectamente serio.

Sobre la negra caja se rompían

los pesados terrones polvorientos. . .

El aire se llevaba

de la honda fosa el blanquecino aliento.

–Y tú, sin sombra ya, duerme y reposa,

larga paz a tus huesos. . .

Definitivamente,

duerme un sueño tranquilo y verdadero.

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