martes, 9 de agosto de 2016

La muerte del pájaro

Gastón Pujol

El pájaro está enfermo. El pajarito se muere. . .

Se ha posado en una rama de al-mendro. Junto a él, hay una flor blanca como el alma de la pequeña ave.

El pájaro hace esfuerzos para no caerse, para no morir.

Y dice a la flor, su vecina:

–¡Qué feliz eres, ¡oh, flor!, que ahora empiezas a vivir!

Y la flor le contesta:

–No creas en mi felicidad; puesto que mi vida es efímera. No sirvo más que pa-ra anunciar la primavera, y luego morir... Veo que estás tambaleándote, pájaro ami-go. Apóyate en mis pétalos.

Pero el pájaro le replica:

–Eres tan delicada que, al apoyar mi cuerpo en el tuyo, nos caeríamos los dos, y también tu morirías.

–¿Qué me importa –dice, a su vez, la flor – morir unos cuantos momentos an-tes, si puedo aliviar tu sufrimiento...?

Pero el pajarito ya no oye estas palabras; y cae en tierra, arrastrando involuntaria-mente a la flor.

Su cuerpecito queda tendido de cara al cielo, con las patas rígidas, y cubierto por algunos pétalos de flor de almendro.

Parece como que una mano piadosa ha-ya depositado flores sobre su humilde plumaje, como para rendirle el último tri-buto...

Así murió un pájaro, en un suave día de primavera.

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