martes, 23 de agosto de 2016

La casada infiel

Federico García Lorca
Y que yo me la llevé al río

creyendo que era mozuela,

pero tenía marido.

Fue la noche de Santiago

y casi por compromiso,

se apagaron los faroles

y se encendieron los grillos.

En las últimas esquinas

toqué sus pechos dormidos,

y se me abrieron de pronto

como ramos de jacintos.

El almidón de su enagua

me sonaba en el oído

como una pieza de seda

rasgada por diez cuchillos.

Sin luz de plata en sus copas

los árboles han crecido,

y un horizonte de perros

ladra muy lejos del río.

Pasadas las zarzamoras,

los juncos y los espinos,

bajo su mata de pelo

hice un hoyo sobre el limo.

Yo me quité la corbata,

ella se quitó el vestido,

yo el cinturón con revólver,

ella sus cuatro corpiños.

Ni nardos ni caracoles

tienen el cutis tan fino,

ni los cristales con luna

relumbran con ese brillo.

Sus muslos se me escapaban

como peces sorprendidos,

la mitad llenos de lumbre,

la mitad llenos de frío.

Aquella noche corrí

el mejor de los caminos,

montado en potra de nácar

sin bridas y sin estribos.

No quiero decir, por hombre,

las cosas que ella me dijo.

La luz del entendimiento

me hace ser muy comedido.

Sucia de besos y arena,

yo me la llevé del río.

Con el aire se batían

las espadas de los lirios.

Me porté como quien soy:

como un gitano legítimo.

Le regalé un costurero

grande, de raso pajizo,

y no quise enamorarme

porque, teniendo marido,

me dijo que era mozuela

cuando la llevaba al río.

sábado, 13 de agosto de 2016

Simple


Porque nadie te hará el amor

como solía hacértelo

así de simple es mi amor



Porque sé muy bien

que nadie conoce mejor que yo

la estructura de tu espalda

así de simple es mi amor



Porque no existe sobre este planeta

alguien tan devoto de tu ombligo

así de simple es mi amor



Porque me considero el único peregrino

que ha caminado y acampado al mismo tiempo

por cada uno de tus lunares

así de simple es mi amor



Porque conozco cada defecto tuyo

por tus bellos pretextos

por tu risa

por tu llanto

por las noches donde velaba tus sueños

y sabías que contabas conmigo

para todo para nada



Por el amor y la violencia de tus besos

por el tiempo que pasamos juntos



Por vivir conmigo

en mí y fuera de mí



Por eso y un poco más

sé que puedo darte un tantito más de mi vida

para que la veas pasar por tus manos

para luego desprenderme hacia tus pechos pequeños

desbordando en ese universo que es tu ombligo

solo para que tu piel se confunda con la mía

así de simple es mi amor

martes, 9 de agosto de 2016

La muerte del pájaro

Gastón Pujol

El pájaro está enfermo. El pajarito se muere. . .

Se ha posado en una rama de al-mendro. Junto a él, hay una flor blanca como el alma de la pequeña ave.

El pájaro hace esfuerzos para no caerse, para no morir.

Y dice a la flor, su vecina:

–¡Qué feliz eres, ¡oh, flor!, que ahora empiezas a vivir!

Y la flor le contesta:

–No creas en mi felicidad; puesto que mi vida es efímera. No sirvo más que pa-ra anunciar la primavera, y luego morir... Veo que estás tambaleándote, pájaro ami-go. Apóyate en mis pétalos.

Pero el pájaro le replica:

–Eres tan delicada que, al apoyar mi cuerpo en el tuyo, nos caeríamos los dos, y también tu morirías.

–¿Qué me importa –dice, a su vez, la flor – morir unos cuantos momentos an-tes, si puedo aliviar tu sufrimiento...?

Pero el pajarito ya no oye estas palabras; y cae en tierra, arrastrando involuntaria-mente a la flor.

Su cuerpecito queda tendido de cara al cielo, con las patas rígidas, y cubierto por algunos pétalos de flor de almendro.

Parece como que una mano piadosa ha-ya depositado flores sobre su humilde plumaje, como para rendirle el último tri-buto...

Así murió un pájaro, en un suave día de primavera.

martes, 2 de agosto de 2016

A Bolívar (Epitafio)


Ricardo Bustamante


De América al gigante veis dormido. . .

Dios y la Libertad guardan su lecho. . .

Del vencedor del Tiempo y del Olvido

Grande es la gloria y el sepulcro estrecho:

Del vasto mundo hasta el postrer latido,

Si hay fibra ardiente en el humano pecho,

Se inclinarán los hombres ante el Hombre

Que diome vida y me legó su nombre.

Juana Azurduy

Viene sí, viene la Juana

ya cabalga su corcel

música de montonera

galopera del tropel.

Viene sí, viene Padilla

la guerrilla suena ya

bajo el sol de la montaña

la mañana es claridad.

No haya más opresión

hambre sombra ni desolación

si en su senda pelea el guerrero

desde mi sendero peleo yo.

Vuelve sí, vuelve la Juana

vuelve ufana de su bien

apagados los tambores

los doctores no la ven.

Volverán Juana y Padilla

a la villa a galopar

y por los bravos senderos

guerrilleros trotarán.

Jorge Suárez