martes, 4 de abril de 2017

Plegarias de un alma a un cuerpo

Toda vida es un nervio activo del verso vivo.

Y todo verso, es un níveo camino del alma.

Y toda alma, una senda donde Cristo vive.

Abramos los ojos del espíritu al mundo.

Tranquilicemos el carruaje que llevamos.

Clareemos horizontes, aclaremos el cielo.

La bondad es el bien primario y primero.

Es el inicio de lo armónico y el fin del dolor.

El equilibrio entre lo que soy y he de ser.

Mientras el cuerpo necesita muchas cosas,

la voluntad apenas requiere nada, querer,

sólo amor del que no cuesta ni un centavo.

Indivisa ha de ser la donación a cualquier pulso.

Que el fruto del latido son las pausas y absolver.

Y el fruto del perdón es la paz consigo mismo.

Tras esta mística los besos nacen porque sí.

Es un misterio suspirar por el otro y con el otro.

Pero que bien sienta amarse, amar y ser amado.

Que uno para quererse ha de quererlo íntegro,

hasta el extremo de sentirse poesía y pecho,

para alzar y realzar las formas humildes.

Que en la humildad anida la fuerza del ser

y la mansedumbre, la ternura de lo que soy,

el niño del que nunca he de desprenderme.

No hagamos culto a un objeto que no es,

sino a un aliento hondo por el que sentimos,

adorar al Creador nuestro y servir a los demás.

Ojalá nuestra acción no sea destructiva,

sino constructiva con el designio de Dios,

por ello hemos de ser tan poesía como poeta.

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